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    Memorias de un mercenario

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    Mensaje por Jukhorr Miér Dic 11, 2013 6:44 pm

    Algunas cosas que quiero aclarar:



    Introducción

    -Deberías ir a Calradia. Un guerrero con suerte como tu podría amasar una gran fortuna allí. – me decía el tabernero de aquella vieja taberna de Geroia mientras se acariciaba los bigotes.
    -¿Guerrero con suerte? Solo gané algunos torneos  porque necesitaba los denares. Además, odio Calradia. – le respondí mientras terminaba mi jarra cerveza.
    -¿Odiar tierras que nunca has visitado? Créeme, muchacho, podrías iniciar una nueva y buena vida allí. Después de todo, aquí te quieren muerto, Jukhorr. Tu nombre se ha hecho conocido después de aquel problema con las caravanas del Rey.
    -Lo sé, pero mi padre me ha contado muchas historias de Calradia, y dudo que pueda conseguir una buena vida. – le contesté mientras sacaba unos denares de mi bolsa para pagar mi cerveza.
    -Confía en mí, muchacho. Si te quedas en Geroia, te veré colgado en la gran capital tan solo en unos días. Puedo conseguirte un lugar en una caravana hacia Praven. Después de todo, es lo único que puedo hacer por el hijo de un viejo amigo.
    Sorprendido de que conozca a mi padre, acepté su ayuda sin dudarlo. Unos días después me encontraba viajando a Praven, ciudad del Reino de Swadia.

    Mi padre era uno de los soldados fieles de Gundig, el gran conquistador nórdico. Cuando mataron a Gundig en Rivacheg, mi padre, junto a otros soldados, escapó a Geroia. Allí se casó con mi madre, y me tuvieron a mí. Ahora viajaré a aquella tierra, donde las guerras son incesantes y la miseria es abundante. Como le dije al tabernero, odio Calradia, pero es mejor que quedarse en Geroia y morir con una soga en mi cuello, ¿verdad?.



    Capítulo 1 – Un encuentro “romántico”



    Ya era de noche cuando llegué a Praven, estaba muy cansado por el largo viaje y necesitaba descansar. Caminé por las calles de Praven, buscando un lugar para dormir, pero no encontré ninguno. Decidí entrar a la taberna local para preguntar si sabían dónde podía dormir. Para mi sorpresa, al parecer el lugar para dormir era la taberna, tan solo por unos 2 denares, y yo tenía los denares ganados de torneos pasados.

    A la mañana siguiente, bien temprano, quise recorrer las calles de Praven para conocer un poco lugar, y por si escuchaba algo sobre Gundig y su ejército. Pero las calles estaban vacías, excepto por un hombre, que venía hacia mí lentamente, con una espada colgada a su cintura. Yo sabía lo que iba a pasar, lo sabía muy bien. Fue estúpido de mi parte levantarme tan temprano, es como si por un momento me olvidé que estaba en Calradia, lugar de bandidos y demás escorias. Me detuve en el medio de la calle, con mi mano apoyada sobre la empuñadura de mi espada. Lo miré, me miró, nos quedamos así unos segundos. Es como si fuera una historia de dos enamorados a primera vista, pero en éste caso, los enamorados iban a tener un combate a muerte, y el ganador no se llevaría el corazón del otro enamorado, se llevaría los denares. Y que alguien se lleve mis denares, es algo que no puedo permitir.

    El bandido desenvainó su espada, yo la mía, y fuimos corriendo a nuestro encuentro. Lanzó un ataque por sobre la cabeza que yo pude cubrir con facilidad, pero me lanzó una patada que me empujó unos pasos atrás. Lanzó un golpe por mi derecha, a lo que yo lancé un golpe por mi derecha también, deseando que mi golpe tenga más fuerza. Al golpear las espadas, la de él retrocedió, y la mía procedió a cortar su pecho. El bandido cae herido al suelo, su espada unos pasos alejada de él. Tuve suerte de tener más fuerza que él, pero no había tiempo de agradecer a los dioses. Había un hombre herido en las calles de Praven, herido por mi espada, y por más que sea un bandido no creo que a la gente del lugar le importe, mucho menos al Lord de la ciudad. Lo saqué de su miseria, enterré mi espada en su corazón, mientras agarraba una bolsa llena de denares que tenía colgada de su cintura.

    Ahora, además de un asesino, soy un ladrón, al menos así sería para el Lord de la ciudad. Pero yo sabía muy bien quién era “el malo”, así que sin más pensamientos me alejé de aquél bandido sin vida, buscando la entrada a la taberna. Pero antes de llegar a la puerta, un hombre se acercó a mí. Ya tenía nuevamente mi mano sobre la empuñadura, pero antes de que desenvaine mi espada, me dijo que era un comerciante de la ciudad, me dijo que vio lo sucedido y que él entendía que lo hice por defensa personal. Me dijo que podría ofrecerme un trabajo muy bien pagado, y yo sin dudarlo acepté. Entramos en su casa, donde me ofreció comida y comenzó a hablarme sobre el trabajo. Yo me senté cómodamente, comí como un nórdico, y escuché la propuesta atentamente.




    Última edición por Jukhorr el Jue Dic 12, 2013 5:59 pm, editado 1 vez
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    Mensaje por Mikeboix Miér Dic 11, 2013 8:27 pm

    ¡Y ahí está! ¡¡Jukhorr el mercenario!! ¡Al fin conoceremos tu verdadera historia! Siempre sospeché que esas que nos contabas tras 4 cervezas tenían poco de verdad... ¡ahora lo sabremos!

    Very Happy


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    Mensaje por Jukhorr Miér Dic 11, 2013 9:34 pm

    Memorias de un mercenario...luego de un par de cervezas jajajajaja.

    Gracias por comentar, Mike  :tohfelih: 
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    Mensaje por Jukhorr Sáb Dic 14, 2013 9:44 pm

    Aquí les dejo el segundo capítulo. Espero que lo disfruten.




    Capítulo 2 – Decisión honorable, ¿o estúpida?

    El trabajo era fácil. Reclutar algunos hombres, cazar unos saqueadores y averiguar dónde escondían al hermano del comerciante. Me dio algunos denares como para ayudarme en el reclutamiento de los hombres.
    Con 300 denares compré un caballo en Praven. Junté mis cosas, y antes de salir compré algunos pescados por si me quedaba viajando por un tiempo. Tomé camino hacia Azgad, una aldea situada bastante cerca de Praven, una aldea normal al lado del mar, preciosa vista. Hablé con el hombre más viejo de la aldea, le pregunté si había algunos aldeanos que quisieran unirse a una tropa de mercenarios. Para mi sorpresa, 7 aldeanos aceptaron, y tan solo por 10 denares por cabeza.

    Con 7 hombres bajo mi mando, tomamos camino hacia Praven, para informarle al comerciante de mi progreso, pero en el camino, unos saqueadores aparecieron, amenazando con matarnos a todos si no les dábamos 500 denares. 5 simples saqueadores, contra 8 hombres mejor armados. Yo solicité una reunión con el líder de los saqueadores. Pero, ¿en qué demonios estaba pensando? ¡Son saqueadores! Ni bien me acerqué unos pasos, comenzaron a arrojarme piedras, malditos bastardos, ¿y si yo iba a darles 500 denares? ¡Iban a tirar piedras igual! ¡Idiotas!… Retrocedí, me subí a mi caballo, ordené a mis nuevas tropas que ataquen, y que dejen al menos 1 saqueador vivo.

    La batalla comenzó. Yo fui a la cabeza, mi padre me enseñó que el capitán siempre debe ir a la cabeza, dirigiendo el ataque. Aunque quizás sea mejor que el capitán sobreviva, soy un “cabeza dura”, y fui educado de esa forma.

    Cargué contra el enemigo, le corté la cabeza al primer saqueador, al segundo le corté el pecho, cuando quise atacar a un tercero, mis reclutas ya habían llegado al enemigo y pudieron matar a 2 de ellos y capturar al último. Lo trajeron hacia mí, y ahí mismo con los cuerpos de sus compañeros en el suelo, lo interrogué. El pobre saqueador no sabía dónde escondían al hermano del comerciante….Lo ejecuté. Quizás él sabía dónde lo escondían, pero quizás no me entendió cuando le pregunté porque tenía la boca llena de pan.

    Llegamos a Praven, 5 hombres se quedaron en las puertas de la ciudad, los otros 2 me acompañaron a la taberna. El comerciante estaba sentado en la esquina más oscura de la taberna, como evitando que lo reconocieran. Me acerqué a él, después de avisarles a mis hombres que se sienten en otra mesa y beban unas cervezas.
    -Ya tengo los hombres suficientes – le dije mientras tomaba asiento-
    -¿Solo 2 hombres? Muchacho, te matarán.
    -Tengo 5 más afuera. No soy estúpido, señor comerciante – le respondí mientras dibujaba un gatito en la mesa con mis denares-
    -Ya veo- dijo con sarcasmo- Ahora tienes que empezar a cazar saqueadores para que te digan dónde tienen a mi hermano.
    -Hemos tenido un encuentro con unos saqueadores, pero al parecer no sabían dónde esconden a tu hermano- le dije-
    -Tendrás que seguir buscando, entonces – respondió tranquilamente.
    Guardé mis denares, me acomodé en el banco, lo miré y le dije:
    -No te ves muy enojado o triste por la desaparición de tu hermano.
    -No lo estoy. Te pedí que lo encuentres solo porque es mi deber como familiar. Su vida, realmente, no me importa.
    Me quedé congelado. ¿Cómo puede decir esas cosas sobre su hermano? Su propia sangre… Me levanté, agarré la misma cantidad de denares que él me había dado, se los tiré en la mesa. Sí, soy un mercenario, pero no trabajaré para una persona así. He hecho trabajos de mercenario para fines egoístas y a veces sin sentido, pero nunca para alguien que desprecia a un familiar.
    -¿Qué crees que estás haciendo? – me preguntó indignado, con un tono fuerte-
    Lo ignoré, nos fuimos de la taberna, salimos de Praven, y tomamos camino hacia Suno, ciudad cercana a Praven bajo el mando del mismo reino.

    -¿Por qué no terminamos el trabajo, capitán? La recompensa era una buena suma de denares – me dijo uno de los reclutas.
    -La familia es lo más importante.
    No entendió. Y claro, él no estaba presente en mi conversación con el comerciante. Confundido volvió a la formación, y seguimos con nuestro viaje hacia Suno.

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