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    Mensaje por Damrod Lun Abr 15, 2013 11:48 pm

    La Aguja de Fuego - Valan


    Era una mañana atípica. Las nubes cubrían el horizonte y teñían el cielo con tiznes negros. Rugían, tronaban y dejaban caer una lluvia ajena a estos territorios. Avanzaban desde el Norte. El desierto no contemplaba algo así desde hace muchos soles. ¿Pasó alguna vez más? Nadie lo recuerda así, o nadie sobrevivió para contarlo.

    Entre un mar yermo de arena y roca surge solitaria una atalaya desde lo alto de un risco. Se encuentra abandonada, envejecida por el paso de cientos de cosechas y descuidada por la falta de uso. Ignorando su pasado, un tapiz de casas blancas y tiendas de tela visten la falda del risco para evitar su fea y accidentada desnudez.

    El movimiento de las calles día tras día es el mismo. Apenas un vergel permite el sustento de los pocos ciudadanos que habitan estos hogares, los cuales sobreviven gracias a la leche y carne de sus cabras y a los pocos huertos bajo las palmeras que bordean el oasis y dan cierto alivio con su sombra ante la luz que siempre está ahí.

    Aimán miraba a su madre y se preguntaba por qué aquella dulce mujer decidió acabar en un lugar como este. Ella siempre ocultó su pasado y esquivaba las preguntas de Aimán cada vez que éste quería saciar la curiosidad sobre su origen. ¿Porqué él no era como los niños de la aldea? Ellos eran altos y esbeltos, con tez morena y ojos negros. A él sin embargo le hacía daño la luz, le quemaba el sol que día a día estaba ahí implacable enrojeciendo su blanca piel y que le obligaba a guiñar sus verdes ojos, idénticos a los de su madre. Eso no le impedía saciar sus deseos de escalar una y otra vez la vieja atalaya. Sorteaba los maderos carcomidos y las plantas secas y espinosas que algún día debieron ser verdes. Saltaba, escalaba y esquivaba los bloques de piedra derruidos de las entreplantas de la torre movido por la curiosidad, como empujado por una fuerza invisible que le invitaba a subir cada mañana a aquella construcción. Una vez arriba su vista se dirigía hacia el Norte, a una losa desgastada situada en la única almena que se hallaba intacta. Allí sólo podía verse el resto de lo que parecía un antiguo poema:

    “(…)ndo el faro se mue(…) una aguja arderá. Agua y (…)iento volverán p(…)o no sobreviv(…) pues su alma c(…) el oso caerá.”


    Se convirtió en adulto y su cuerpo se tornó robusto, lo cual le capacitaba especialmente para ser el aguador de la aldea. Desde primera hora de la mañana recorría todos los pozos situados varias leguas alrededor de la aldea con Jazmín, una mula de piel clara muy parecida a él, pequeña y a la vez fuerte, y juntos cargaban las vasijas cerámicas con unas dos arrobas diarias de agua, lo suficiente para alimentar al ganado y regar las escasas hortalizas que crecían en las orillas del oasis. Pero siempre volvía a la atalaya. Se recitaba a sí mismo una y otra vez el poema sin lograr entenderlo y desde allí arriba su vista siempre se dirigía al Norte.

    Aimán se despertó tras un estruendo jamás escuchado en aquellas tierras. Según sus cálculos debía ser la primera hora del día pero todo estaba oscuro aún. Extrañamente algo silbaba. Miró hacia la entrada de la tienda y ésta se agitaba como nunca antes lo había hecho, empujada por un viento enfurecido que parecía querer llevar el mismo suelo hasta el cielo. Los gritos de su madre llamándole por su nombre le hicieron salir rápidamente de la tienda.

    Al atravesar el umbral de su hogar fue golpeado por una fuerza invisible que le hizo tambalearse y que casi le llevó al suelo. Hacía muchísimo viento y su madre se apresuraba por recoger las vasijas que no habían sido destruidas por el temporal e introducirlas dentro de la tienda.

    - ¡Aimán! ¡Aimán! ¡Rápido, ve a por Jazmín e intenta ponerla en lugar seguro! Yo me ocuparé de las cerámicas -, mientras se protegía de la abrasiva arena con su pañuelo el blanco rostro de ojos verdes.

    Aimán, obedeciendo a aquella mujer que le había dado todo salvo un pasado, recorrió todos los recodos de la aldea para encontrar a su pequeña Jazmín. Buscó entre tienda y tienda, entre casa y casa, en el frondoso oasis, pero no vio nada. La gente se apresuraba a proteger sus escasos enseres, corriendo de un lado para otro. Algunos incluso abandonaban la aldea seguidos por los gritos del viejo anciano:

    -¡No hay luz que nos guíe! Huyamos todos de aquí pues sin faro nuestras vidas serán negras como el cielo. -

    -Se habrá vuelto loco aquel anciano- pensó Aimán, aunque realmente estaba asustado, como todos. - ¿A qué se referiría aquel anciano sobre el faro? -
    Cuando de pronto empezó a caer agua del cielo… ¿Eso era posible? Jamás había visto algo así.

    Debió ser por las prisas y la ansiedad de la situación de no encontrar a Jazmín, pero no cayó en la cuenta de que el sol no proyectaba la sombra bajo sus pies. Alzó la vista y vio el cielo negro que dirigía hacia él miles y miles de gotas de agua que le empapaban el rostro y todo lo mojaba. El sol que siempre había estado ahí desapareció. ¿Qué clase de presagio sería éste?
    -¡El faro! ¡El faro es el sol y el sol no está!- Y a su mente acudió aquel poema que día a día desde que tiene uso de razón ha recitado sin comprender su significado.

    El suelo empezó a temblar y el airé arrastró el sonido de gritos, gritos que parecían humanos y cantaban al unísono al compás de los temblores de la tierra. En aquella confusión, Aimán miró la atalaya y sin dudarlo ni un instante corrió por la escarpada ladera sin mirar atrás. Oyó los gritos de su madre pidiéndole su regreso pero él quería avanzar y subir a su querida torre, un día más.
    Atravesó la puerta. Las suelas de sus sandalias mojadas le hicieron resbalar con las piedras y cayó haciéndose daño en la muñeca derecha por la mala caída, pero sus ganas de ver el horizonte anularon cualquier dolor. Se levantó rápidamente y siguió el ascenso de la escalinata esquivando maderos podridos, arañándose con zarzas secas. Nada podía pararle.

    Llegó arriba y el agua volvió a darle en la cara. El sonido de los gritos y los temblores eran cada vez más claros, más cercanos, y ahí estaba la inscripción. Volvió a leerla. El faro… El sol… Agua y viento… El oso caerá… Aimán volvió a la realidad cuando un grito destaco sobre el resto y cesaron los temblores. Corrió hacia las almenas, siempre mirando al Norte, y descubrió algo que le dejó paralizado.

    Podía ver cientos de personas, quizá miles, a tan sólo unos pasos de la aldea. Estaban tan cerca que incluso podía vislumbrar los rostros iluminados por la luz de las antorchas de sus portadores. Todos iban a pie excepto uno. Se alzaba a caballo y su cabeza parecía protegida por un gorro de hierro y oro, llevando en su mano izquierda una antorcha y en su mano derecha una larga pica del cual pendía un estandarte. Parecía de color verde y en su interior tenía lo que parecía ser la silueta de un… ¿oso? ¡Un oso! Alzó la mano en la que sujetaba la antorcha y gritó.

    Al momento se iluminó una gran bola de fuego de entre aquellos hombres y Aimán descubrió la estructura de madera que lo portaba. No entendía nada y estaba paralizado, quizá por la curiosidad, quizá por el miedo, pero empezó a entender que subir allí fue una decisión equivocada. Demasiado tarde. La gran bola de fuego se alzó por el cielo directamente hacia la atalaya, dándole a Aimán el tiempo mínimo para esconderse tras la almena donde se encontraba la inscripción, arrodillarse y cerrar los ojos. La gran bola rozó la base de la atalaya, destruyendo sólo un flanco para fortuna de Aimán. Se acordó de su madre, ¡la había dejado sola!

    Descendió a grandes saltos por la atalaya que comenzaba a derrumbarse, esquivando los obstáculos que tenía por delante pero al llegar al final vio que las plantas espinosas habían comenzado a arder y obstaculizaban la salida de la torre. Cerró los ojos y saltó hacia la puerta cayendo sobre un charco formado en el camino de entrada, aliviando así ligeramente sus quemaduras, pero con la mala suerte de volver a caer sobre su maltrecha muñeca derecha, la cual crujió y quebró dejándole inutilizada la mano derecha e invadido de dolor.

    Agarrándose la muñeca con la mano izquierda corrió ladera abajo por la cara Sur para encontrarse con su madre y ponerla a salvo. Otro grito recorrió el aire y los temblores comenzaron de nuevo. ¿Habrán comenzado la marcha de nuevo? Aimán debía darse prisa. Tan sólo giró la cabeza para observar la atalaya, la cual estaba parcialmente derruida y se alzaba como una aguja en llamas bajo el negro cielo.

    Bajó por fin a la aldea y comprobó que aquellos hombres cubiertos de metal habían entrado en algunas casas y estaban saqueándolas, prendiéndolas fuego e incluso matando a quién allí dentro se encontrase, pero por suerte no habían entrado aún en su humilde tienda, donde él acababa de llegar y encontró a su madre arrodillada junto al hogar, el cual se encontraba apagado, y portando un cuchillo mientras temblaba y recitaba frases en otro idioma. Aimán se arrodilló junto a ella, que dejó de balbucear, y se miraron fijamente a través de sus idénticos ojos verdes acompañados de un silencio que no hacía más que unir para siempre a aquella madre y a aquél hijo. Y fue así. Ella agarró el cuchillo y lo clavó en su propio corazón acabando con su vida. Todo pareció paralizarse en el tiempo. Cayó de lado agarrando aún a su hijo con la mano, el cual nada podía hacer ya, salvo seguir mirándole a los ojos.

    Entró en la tienda el hombre con casco de hierro y dorado. En su pecho lucía una armadura de hierro con la silueta de un oso sobre sus dos patas. A sus hombros, una piel de oso le pendía por la espalda a modo de capa. Lanzó la antorcha a un lateral de la tienda, la cual comenzó a arder a pesar de estar mojada. Nada parecía proteger a Aimán. No quería soltar a su madre con su mano izquierda, la única que tenía servible. Nunca la soltaría. Retorciéndose de dolor y apenas sintiendo el tacto del cuchillo, lo agarró y lo sacó del pecho malherido de su madre. Él hombre desenfundó una espada y se dispuso a dar una estocada final. Puso una rodilla sobre el suelo junto a Aimán, comprendiendo por sus gritos y gemidos que estaba malherido y poco podría hacer. Atravesó su torso con la espada, pero se dio cuenta demasiado tarde que el cuchillo que portaba Aimán en su mano derecha lo tenía clavado en el cuello.

    Aimán, sin soltar en ningún instante a su madre ni al cuchillo, cruzó la mirada con aquél individuo portador del oso y ambos cayeron al suelo mirándose fijamente. Mirándose mutuamente sus ojos verdes.

    “Cuando el faro se muera una aguja arderá. Agua y viento volverán pero no sobreviván pues su alma con el oso caerá.”
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    Mensaje por Damrod Lun Abr 15, 2013 11:48 pm

    Un día para los hombres - Mikeboix

    Recuerdo ese día como si fuera ayer. Mi escudo de broquel ya sólo decora mi chimenea. Mi espada hace ya mucho que se melló, aunque mis viejas manos tampoco podrían empuñarla. Mi larga melena rubia se ha tornado en enfermizas canas blancas. Mi valentía, mi orgullo, mi arrojo, mi fuerza… todo murió aquél día. Sin embargo, mi memoria aún me permite rememorar días cómo aquel.

    Por desgracia.

    Era aquel un fresco verano del año 630 de nuestro Señor Jesucristo. Habían sido aquellos unos años de bonanza para el reino de Estanglia. La paz y el orden que estableció nuestro rey Sigeberto en las tierras de los anglos nos dieron salud, fuerza, alegría y seguridad en nosotros mismos. Expulsó al rey pagano de nuestras tierras y trajo de vuelta el cristianismo al reino, cosa que todos agradecimos.
    Los ancianos contaban historias a los niños sobre una época dónde la paz no era más que un pequeño intermedio entre las continuas guerras, pero el pueblo empezaba ya a olvidar esa época. Se sentían seguros bajo la protección de las murallas, y se tranquilizaban al pensar que los rumores de guerras distantes no les afectaban a ellos en nada.

    El pueblo siempre ha destacado por su ignorancia.

    Los rumores de guerra no eran en absoluto lejanos. Como noble señor de la pequeña ciudad de Grantebrycge, llegaron a mí las fiables noticias de que un grupo de bandidos habían asaltado y saqueado una flota mercantil de barcos que se encontraba bajo la protección del reino. Cien almas se tragó el mar aquél día, y además se perdió un valioso cargamento de hierro y sal. Por fortuna el ataque fue muy cerca de la costa, y cuatro supervivientes se presentaron ante mí para darme una información aún más perturbadora.
    Todos estaban de acuerdo en afirmar que el ataque había sido perpetrado por tropas mercenarias bien entrenadas, que lucharon y saquearon dando gritos de guerra a favor del rey Penda y el pagano reino de Mercia.
    Esas palabras y hechos me perturbaron enormemente, y envié rápidamente una partida de mensajeros a los demás señores nobles del reino, para así convocar una asamblea y debatir nuestros movimientos y decisiones.
    No dudé tampoco en hacer un llamamiento a armas y convocar a todos los habitantes de las aldeas cercanas a la mayor seguridad de la ciudad. Mis consejeros consideraban inadecuado obligar a los aldeanos a descuidar sus trabajos en el campo para defender una ciudad que, en principio, no corría ningún riesgo de ser atacada. Y tenían razón. No había ninguna prueba de que fuéramos a ser atacados, pero yo actuaba de acuerdo a unas reglas y filosofía que aprendí a lo largo de mi vida: “Prepárate para lo peor, porque si finalmente resulta no ser tan malo, te alegrarás, y si, efectivamente es tan malo como esperabas, estarás preparado”.

    Al día siguiente llegó la confirmación de mis más terribles presentimientos. El capitán de mis patrullas fronterizas llegó a la ciudad informando de que un ejército de al menos cuatrocientos hombres bajo el escudo del reino de Mercia marchaba por nuestras tierras quemándolo todo a su paso.
    Se procedió inmediatamente a preparar las defensas de la ciudad, porque sin lugar a dudas tendrían que pasar por Grantebrycge antes de ir a ningún otro lugar del reino. Primeramente se enviaron a los mejores jinetes con los más veloces caballos a informar al rey y los señores nobles del reino para que prepararan sus ejércitos y trajeran ayuda urgente. Se armó como buenamente se pudo a los hombres, se retiró la paja de los tejados para evitar incendios y se cerraron las puertas.
    Siempre me había considerado un líder inteligente, de grandes habilidades tácticas y gran conocedor de mi enemigo. En muchas ocasiones estas habilidades nos dieron grandes victorias sobre las partidas de invasores daneses que desembarcaban en nuestras tierras.
    Los paganos, como mercios y daneses, amaban la guerra por encima de todas las cosas. Yo no tenía ninguna duda en que atacarían la ciudad, la sitiarían y tratarían de tomar rápidamente las murallas para saciar la sed de sangre de sus dioses y evitar encontrarse con los refuerzos que pudiera enviar nuestro reino.
    Tampoco tenía ninguna duda de que no podríamos resistir un asedio con los doscientos campesinos y apenas ciento cincuenta soldados que conformaban la guarnición de la ciudad. Y cada segundo que pasaba el enemigo estaba más cerca.

    Ideé entonces una estrategia que, bien ejecutada, podría darnos una aplastante victoria y que, de ser neutralizada por el enemigo, supondría una muerte horrible para todos nosotros. La táctica consistía en sacar a mis mejores hombres de la ciudad, todos montados a caballo, y ocultarnos en el espeso bosque que cubría uno de los flancos de la ciudad. Si los enemigos atacaban apresuradamente y no se preocupaban de enviar exploradores a peinar el bosque, nuestros ciento veinte buenos jinetes podrían arrollar su retaguardia mientras trataran de escalar los muros de Grantebrycge. En el caso contrario, el entero ejército mercio los acorralaría en el bosque como ratas en un tarro.

    Pasamos un día entero ocultos entre los árboles y arbustos del bosque, y al rallar el alba del segundo día, divisamos los ejércitos de Mercia aproximándose a la ciudad. Eran aquellos momentos de máximo silencio, inseguridad, temor. Los hombres rezaban, cerraban los ojos y procuraban que los caballos no hicieran el más mínimo ruido.
    Cuán grande fue nuestra alegría y nuestro agradecimiento a Dios cuando vimos que los hombres pasaban de largo, no reparando en nuestra presencia.
    Allí estaban, a quinientos metros de nosotros, formando filas cada vez más y más hombres al pie de las murallas de Grantebrycge.
    La alegría inicial empezó a tornarse en sorpresa, y luego en horror, cuando vimos que no dejaban de llegar enemigos. Más y cada vez más.
    Antes de que empezara a caer el sol se habían agolpado en los campos de la ciudad no menos de mil quinientos enemigos. Mil quinientos fieros hombres golpeando mil quinientas lanzas y espadas contra sus mil quinientos coloridos escudos, creando una terrible y estruendosa música guerrera que destruía todo sentimiento de esperanza en nuestro corazones.

    Los restantes recuerdos de aquel día son borrosos, dolorosos. Fuego. Sangre. Yo y mis ciento veinte jinetes retirándonos en silencio de nuestro escondite. Retirándonos de aquel infierno al que no queríamos ni mirar.


    Última edición por Damrod el Lun Abr 15, 2013 11:49 pm, editado 1 vez
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    Mensaje por Damrod Lun Abr 15, 2013 11:49 pm

    Los guerreros sin estandarte - Conspirador

    Moris bebió un gran trago de vino, que le corrió por los labios y la barba, se secó la boca con el dorso de la mano y de un golpe bajó la jarra a la mesa. En la posada el fuego crepitaba con ansia. Moris era un hombre de rasgos nórdicos, bastante grueso, con la cara cubierta de barba y el pelo largo. Llamaba la atención de todos en la posada, no solo por su aspecto, sino por ser un extraño en Veluca, del reino de Rhodok, por lo que al momento de apoyar su pichel con un golpe sobre la vieja mesa de roble toda la posada se sumergió en silencio. El bardo dejó de tocar su música, los hombres dejaron de beber, las damiselas dejaron de acariciar los velludos pechos de guerreros grasientos que engullían patas de ternero, cerdo o carne de vaca, y el posadero apartó las jarras que estaba lavando. Toda la posada estaba ahora concentrada en Moris, esperando a que él desembuchara lo que sea que tuviera que decir.
    -Voy a contarles una historia -gritó fuerte, para que todos pudieran oírlo- Acercarse, no os haré daño alguno. Solo necesito contar una historia que merece ser escuchada. Una historia que no debe pasar al olvido, una historia que pide a gritos ser contada.

    >> Era una mañana muy fría, sí, un frío que podría helar las llamas de todo el infierno y las barbas del mismo Lucifer. El agua se mecía bajo el barco, habíamos viajado dos meses en una bodega, alimentándonos con ratas y robando el ron de esos sucios piratas. Llegamos a Calradia la mañana más fría que pudiera verse en años. Pero que idiota, olvidé contaros con quien iba. Yo estaba acompañado por el que pueden considerar el hombre más noble, amable, gentil, y por el amor de Dios el mejor guerrero del planeta entero. Vendamer, el fuerte. Escapábamos de la miseria de nuestras tierras, esperábamos encontrar un futuro mejor aquí, en las tierras... No precisamente en Rhodok, nuestro barco echó las anclas en Rivacheg de Vaegir, donde nos obligaron a bajar, con el frío incluso. Sí, lo recuerdo muy bien. Teníamos unos abrigos de piel de lobo que traíamos de nuestras tierras, pero muy poco hacían para parar el vendaval, las frías corrientes hacían que mis rodillas se endurecieran. Nos quedamos en la posada barata de una anciana, y lo juro por mi Madre, la posada tenía el doble de ratas que el barco, ratas del tamaño de un perro. Pero Vendamer no parecía doblegarse por el frío ni por las ratas ni por el hambre, nada podía quebrar a este hombre, tal vez a simple vista uno pudiera ser engañado. Pero bastaba con conocer a Vendamer por dos días y uno sabía que jamás iba a poder hacerle frente a su grandeza. Y él conocía esta como su virtud. Los primeros días nos vimos obligados a trabajar en el puerto de Rivacheg, cargando bolsas, barriles, cajas con especias, vino, cerveza, pieles, a los barcos de obesos mercaderes, que doblaban su obesidad por las gruesas pieles que usaban para acabar con el frío y gritaban órdenes haciendo vibrar sus gruesos cuellos. Yo lo veía en los ojos de Vendamer, él no había nacido para tal trabajo, su destino era diferente. Pasó el tiempo, y comenzamos a conocer mucha gente en el puerto, fieros guerreros, sagaces contrabandistas, misteriosos hechiceros con túnicas de colores nunca vistos, comerciantes hipócritas, vagabundos y prostitutas. Vendamer parecía inspirarlos a todos ellos, en las celebraciones dentro de las posadas brindaban en su honor. Y yo sabía por qué. Vendamer no quería dedicar su vida a cargar bolsas para la inmundicia del mundo, él era un general... Un día por la noche, nos convocó a toda la lacra del puerto para iniciar lo que sería la mayor aventura de mi vida. Vendamer nos guió y dirigió para robar un barco. La sangre corría por la borda, aquél gordo que un día me había gritado insultos para que hiciera mi trabajo más rápido, ahora pedía piedad. Pero yo solo vi como la sangre manaba de su cuello de vaca cuando acuchillé su garganta. Levantamos las velas, y los vientos nos llevaron sin escalas a Tihr, en el Reino del Norte, sin duda estaba todo planeado. El barco tenía recursos suficientes para mantenernos todo el viaje, incluso nos sobraron varias cosas para comerciar en el puerto de Tihr y ganar algunos denares. Vendamer volvió a jugar con los piratas, reír con los ladrones, y follar con las prostitutas. Los volvió a inspirar, y un segundo barco partió con nosotros en Tihr, repletos de lo que la sociedad comúnmente denominaría como deshonrados. Pero déjenme decirles que a nadie le faltaba honor, porque aquél que no lo tuviera sufría las consecuencias. Todos aprendimos en los viajes de Vendamer. Hicimos tres viajes más, Praven en Swadia, Yalen aquí en Rhodok y finalmente Shariz del Sultanato. Nuestro grupo había crecido muchísimo desde aquel primer barco que zarpó de Rivacheg, éramos un grupo de más de doscientos guerreros, con más disciplina que muchos de los ejércitos de condes, señores, jarls... Como sea. Nosotros éramos los guerreros sin estandarte, el ejército negro nos llamaban otros. No éramos bandidos comunes, jamás. Vendamer sabía en qué puntos atacar, nuestros objetivos eran mercaderes esclavistas, señores que usaban a su pueblo solo para explotarlo, jamás nos metíamos con los inocentes. Conocíamos el honor. Las hazañas de Vendamer el grande resonaron por Calradia, fue muy conocido, tal vez no por su nombre, pero si por todas sus batallas libradas. El pueblo lo conocía como el libertador, el destroza estandartes, muchos llegaron a llamarlo "El puro". Recorrimos el vasto territorio de norte a sur, una y mil veces, impartiendo la justicia que los reyes habían olvidado. Pero tales hazañas no hubieran sido posibles sin el ejército que servía al justo líder. Él nos lo recordaba todo el tiempo. Pero los aliados de Vendamer éramos pocos, y los enemigos demasiados. Pronto el Rey de Swadia nos declaró como un enemigo, lo siguieron en Vaegir y el reino del Norte. El Sultanato Serraní no tardó en responder de igual manera y nuestro ejército se vio mechado, dividido. Vendamer puso a sus más nobles amigos al cargo de pequeños ejércitos. Pero los campesinos y piratas no pueden hacer nada contra las mazas, espadas y armaduras forjadas en herrerías señoriales. Se había visto rodeado de escoria, y aquellos que en un tiempo le sirvieron con dignidad le daban la espalda. Pronto no pudo confiar en nadie, estaba perdiendo su guerra. La guerra a favor de los pobladores, los verdaderos dueños de la tierra. No quería ver su mundo destruido como había pasado antes, razón por la cual tuvimos que abandonar nuestras tierras anteriores. Una noche, rojo de ira, juró que recorrería todos los prados, los llanos, las montañas, las estepas, las nieves heladas, que no le importaba la cobardía de sus pares, a él le sobraba valentía para compensar todo aquello. Pero un día antes Vendamer desapareció, los que lo odiaban decían que huyó como un cobarde, o murió de viruela. Los profetas hablan de un Vendamer convertido en águila, que nos vigila desde el cielo y que un día volverá a bajar, para hacer que Calradia conozca la justicia para siempre. Los piratas dicen que trabaja como un asesino silencioso, que recorre las camas de los señores injustos y los hace pagar con su sangre mientras duermen, o atragantarse con su comida mientras disfrutan de sus banquetes. Yo... Yo no puedo decirles la verdad. Pero sé que Vendamer volverá, tal vez no con el mismo nombre, o el mismo aspecto. Pero existirá un nuevo Vendamer, que luchará por nosotros, por el pueblo... Ahora, solo déjenme terminar de beber. <<

    La posada había escuchado atenta lo que Moris tuvo que decir. La historia era conocida, sí, pero solo un rumor. Nadie había podido contarla con tal precisión, alguien que había vivido con Vendamer, la leyenda. El fuego volvió a bailar inquieto, chisporroteaba. El bardo comenzó lentamente a tocar su música, y la rutina volvió a ser la habitual. Alguien volvió a buscar a Moris con la mirada, pero él ya no estaba. Tal vez se hubiera ido a otra posada para hacer conocer la historia de su señor... O tal vez nunca haya estado


    Última edición por Damrod el Miér Abr 17, 2013 3:42 am, editado 1 vez
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    Mensaje por Valan Mar Abr 16, 2013 2:04 pm

    Puff menudo nivel. Me encantan vuestras historias!

    No me esperaba el final de la historia de Mike, un cobarde atormentado de por vida... Se arrepentirá de no haber realizado aquella carga?

    Y un pasado oscuro también el de Vendamer. Habrá continuación de esta historia Conspirador? Aparecerá el temido y valiente Vendamer para convocar un nuev ejército sin estandarte o se habrá vendido a alguien Razz

    Me encantan chicos!


    Última edición por Valan el Jue Abr 18, 2013 9:10 am, editado 1 vez


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    Mensaje por yucutay Mar Abr 16, 2013 4:12 pm

    ciertamente muy buenas historias de gran nivel ^^ felicidades


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    Mensaje por Conspirador Miér Abr 17, 2013 1:39 am

    Me sorprendí al encontrar mi relato como ganador, realmente no lo esperaba. Voy a leer las otras dos en cuanto termine esta misión del GTA IV study
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    Mensaje por Prodigy Miér Abr 17, 2013 2:40 am

    Triple-post.


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    -Eh? Aurora boreal? En esta época del año? A esta hora del día? En esta parte del mundo? Y ubicada específicamente en su cocina?
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    Mensaje por Invitado Miér Abr 17, 2013 2:53 am

    ProdigyArcher el doble o triple post esta permitido en casos especiales, en este caso Damrod necesita 3 mensajes para publicar los Arrs y no hay ninguna falta. Wink
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    Mensaje por Damrod Miér Abr 17, 2013 3:28 am

    ProdigyArcher escribió:Triple-post.

    Y esto, es spam.

    Y dado que vengo de un post donde incitas a la piratería indicando a otro usuario que le pasarás el crack por email, te voy a dejar un bonito aviso Smile.

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    Mensaje por Mikeboix Miér Abr 17, 2013 1:20 pm

    Me ha dejado de piedra el relato de Valan. Brutal, dinámico, con ciertos toques fantásticos... Me ha parecido que el relato está ambientado en una Calradia alternativa, donde existe un país dónde el sol nunca deja de estar en su cénit, y la lluvia es algo sorprendente y extraño... Fantástico.

    Y también excepcional el relato sobre el mitológico Vendamer. ¡Enhorabuena a los dos, realemnte merecen el pusto conseguido!


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    Mensaje por Conspirador Jue Abr 18, 2013 12:54 am

    La aguja de fuego es simplemente exquisita. Confieso que en un momento se me erizó la piel, justo al final, cuando entendí el verdadero significado del poema. Y algo me llegó a la mente, ¿Era el hombre con el estandarte de oso el verdadero padre de Aimán? ¿Sabía esto la madre, por eso se suicidó?... Asaltan mi mente.

    Me agradó el modo en que Mikeboix narró y dio forma a su relato, parece escrito por un verdadero general. Aunque me hubiera gustado un final algo más descriptivo sobre la lucha, pero teniendo en cuenta que está escrito en primera persona, no es algo que pueda hacerse de manera fácil. En el fervor de la batalla, uno no suele pensar o estar atento a todo lo que sucedía.

    Me gustaron mucho las dos.
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    Mensaje por Valan Jue Abr 18, 2013 9:09 am

    Mikeboix escribió:Me ha dejado de piedra el relato de Valan. Brutal, dinámico, con ciertos toques fantásticos... Me ha parecido que el relato está ambientado en una Calradia alternativa, donde existe un país dónde el sol nunca deja de estar en su cénit, y la lluvia es algo sorprendente y extraño... Fantástico.

    Es una historia en la que quería que todo estuviese en la imaginación del lector. Para quien conozca M&B claramente es el desierto sarraní visto con los ojos de alguien que no se encuentra en su terreno natural, que se ha criado en el desierto y que jamás ha salido de su aldea (ni tan siquiera conoce qué es una catapulta) y que sufre una invasión Rhodok. Sin embargo quien no conozca el juego también podrá imaginarse un mundo alternativo.


    Conspirador escribió:La aguja de fuego es simplemente exquisita. Confieso que en un momento se me erizó la piel, justo al final, cuando entendí el verdadero significado del poema. Y algo me llegó a la mente, ¿Era el hombre con el estandarte de oso el verdadero padre de Aimán? ¿Sabía esto la madre, por eso se suicidó?... Asaltan mi mente.

    Muchas gracias Conspirador! Y disculpa el error de llamarte Conquistador Embarassed

    Exactamente eso es lo que quería conseguir, que el lector fuese quien sacase sus propias conclusiones en lugar de describirlas yo mismo. Pero sí, aquel hombre era (ojo spoiler)

    Spoiler:

    El porqué de la madre quizá lo comente en otra historia que describa cómo esa mujer llegó al fin del mundo con un recién nacido en sus brazos. Y hasta aquí puedo leer!


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    Mensaje por felipegasa Vie Mayo 31, 2013 6:26 pm

    Que grandes historias xD
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    Mensaje por Jukhorr Sáb Jun 01, 2013 12:30 am

    Felicitaciones a los ganadores. Un gusto estar en una comunidad con grandes escritores. (No solo los que ganaron, los demás también)

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