La Leyenda de Amal

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    Mensaje por Rerg1900 Miér Sep 05, 2018 5:57 am

    Saludos gente, saludos Caballeros de Calradia, he decidido volver a mis inicios, he decidido volver al lugar donde comencé a escribir, muchos recordaran mi primer relato "Invasion a Calradia", por eso, vuelvo (lamentablemente en otra cuenta) con un nuevo relato, ambientado en Calradia, pero cambiando ciertos aspectos, aunque el trasfondo es el mismo. El relato sera actualizado a medida que instale nuevamente el juego y recupere algunos archivos para no perder "la idea" plasmada en mis relatos.
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    El grandioso Imperio de Shenaria, el que antaño se extendía por las heladas tierras del Norte, las planicies y cadenas montañosas occidentales, las extensas estepas orientales y los áridos desiertos del Sur, tras cientos de años de esplendor político, cultural y militar, se enfrenta ahora a los momentos más difíciles y duros de su historia. Los inesperados enemigos comienzan a emerger para mermar su poder. Sus territorios aún son extensos y sus ejércitos fuertes, pero, aun así, muchos sospechan que se acerca su final.

    Un gran imperio central. El núcleo de poder de Shenaria durante cientos de años. Descendientes de los Primeros Hombres, los habitantes de Shenaria se reunieron en las tierras más fértiles consagrando una nación. Una nación que fue creciendo, anexionado naciones y destruyendo otras, hasta conformar un espléndido Imperio. Pero, los tiempos cambian. El Emperador Julio II establece nuevamente como religión oficial al Tajismo, el culto a Taj como única fe oficial del imperio. Este emperador, se ha vuelto un fanático, dispuesto a cualquier cosa para extender e imponer su fe a cualquiera que considere infiel.

    El Reino del Norte, región situada en la parte norte de Shenaria, tierra de bosques congelados, ríos, montañas y extensas áreas nevadas. Es el hogar de los Nórdicos, conocidos por su increíble resistencia a las frías heladas, Su territorio abarca y extiende por toda la Tierra del Norte, una zona totalmente nevada y casi despoblada a excepción de sus ciudades. Está divido en cantidad incontable de clanes, los que actualmente se encuentran luchando entre sí, separados por grandes disputas internas.

    Los Nórdicos, un pueblo de gentes fuertes, adaptado a condiciones climáticas duras, con luchas tribales frecuentes entre sí, pero fieles a su cultura y a sus dioses. El Imperio, sabiendo de la fortaleza de estos hombres los contrata como mercenarios, llegando incluso a formar parte de la guardia imperial. El nuevo y fanático emperador obliga a unificar todos los territorios del imperio bajo la "única fe". Los Pueblos del Norte lo toman como un insulto y ofensa contra su libertad, rebelándose para defender sus creencias.

    El Reino de Occidente, una tierra rica de grande llanuras cultivables y extensas praderas boscosas. Un reino asentado en el centro occidental del continente de Shenaria, logrando así una posición fuerte y defensiva, siendo uno de los reinos más estrictamente feudales. Altas y poderosas murallas de piedra, rodean y protegen la prospera ciudad de Kaynit, capital del reino, además de ser punto vital para las rutas de comercio interno, el centralizado Reino de Occidente, administra sus posesiones y dominios, manteniendo a numerosos ducados y condados como vasallos. Sin embargo, su soberanía en la sureña región montañosa, se ve menguada al vivirse continuos ambientes de rebelión y de amenaza separatista de la pequeña República de Veluk, junto a las constantes incursiones nórdicas por el norte.

    Considerados rebeldes, se incluyen dentro del Imperio. Desde hace siglos sirvieron fieles al emperador, trabajaron para él y lucharon por él. Localizados al oeste, los puertos comerciales del Imperio comenzaron a obtener grandes riquezas debido a los tratos realizados en ultramar. La riqueza está relacionada con el poder. Estos burgueses y mercaderes acumulan grandes riquezas lo que provoca los celos del emperador. Sabedores de esto, los burgueses han conformado el Reino de Occidente. Contratan y sobornan a nobles del Imperio para unirlos a su causa y defenderse del emperador. Contratan mercenarios del otro lado del mar. Conforman así un ejército muy diverso cuyo nexo de unión son las monedas de oro. Cualquiera que defienda a Occidente sabrá que tendrá una vida dichosa rodeada de grandes riquezas.

    Impulsados y alentados por la momentánea debilidad del Imperio, levantan un enorme ejército mercenario, reclaman el derecho al Trono de Shenaria y para ello buscaron apoyo de guerreros y nobles que tengan intereses comunes en Shenaria.
    El Califato Karrani, una tierra bastante árida, consistente principalmente en desiertos, estepas, ríos, lagos y oasis. La parte más occidental del reino, se encuentra cerca de Occidente, lugar donde crece la vegetación, los pocos bosques se encuentran a lo largo de la frontera. El Gran Desierto del Sur, hogar de arena y oasis, allí viven los Karranies, habitantes de un territorio hostil, desértico y mayoritariamente seco, los oasis y ríos se encargan de mantener la vida humana y natural que se asienta a su alrededor. Desde Shaznir, la ciudad capital, manejan a sus caudillos, emires y sultanes vasallos.

    Al sur, el gran Desierto, y después... lo desconocido. Este desierto es el único punto débil del Imperio. Hace siglos que pueblos extranjeros no atacan Shenaria. Sin embargo, en los últimos lustros feroces saqueadores realizan incursiones a través de este desierto con el fin de tomar las riquezas y las mujeres de las aldeas más prósperas del sur del Imperio. Los ejércitos imperiales no se mueven con facilidad en estas tierras, no soportan el calor e incluso algunos alcanzan la locura hasta caer en las arenas ardientes. Sólo un pueblo es capaz de resistir estas condiciones, el pueblo Karraní, el único capaz de luchar contra estos maleantes. El imperio organiza una marca fronteriza con miembros locales de estas aldeas fronterizas al desierto. Eran un pueblo nómada, pero gracias al imperio organizaron sus primeros asentamientos y se dedicaron al comercio. Sin embargo, el nuevo emperador exige más tributos a esta marca fronteriza para sufragar sus campañas de "Expansión de la fe". Por si esto no fuera poco un importante monje Karraní, conocido como Alim, quien insta a difundir la Doctrina, del culto al dios Akghur, basada en la igualdad de todos los seres humanos ante los Dioses, enfrentándose ideológicamente a la idea de Imperio. Estos Karraníes, adaptados al desierto y entrenados bajo el imperturbable sol se rebelan contra el emperador por el trato injusto hacia un pueblo fiel que defendió siempre los intereses del imperio y que intenta vivir en paz con sus creencias.

    Las fuerzas del Imperio, empezaron a luchar para recuperar lo perdido. El Emperador Julio II murió lamentablemente en batalla contra los Nórdicos, usurpando el trono rápidamente su hijo mayor, quien prosiguió la guerra contra los nórdicos.

    Sin embargo, el tercer hijo, propuso la firma de paz, extendiendo mensajes derrotistas y antipatrióticos a lo largo por todo el imperio, decidiendo exiliarse al sur cuando encontró el rechazo imperial. Al transcurrir una década de exilio, llegando al año 565, este decidió volver, trayendo consigo un ejército de mercenarios y nómadas de todas las tribus del sur. Intento generar un golpe de estado para derrocar a su hermano mayor, pero este fracasa en la acción y ahora se encuentra en rebelión, contando con el apoyo total de las tribus del desierto del sur y de las estepas de oriente, proclamándose Sultán Karrani, prometiéndoles libertad y derechos.

    Por otro lado, la paz en el norte fue firmada tras otros varios años de guerra, otorgándoles todo el norte. El segundo hijo del difunto emperador, es nombrado Gobernador del Norte, pero este va más allá, también desea obtener el trono, al no conseguirlo diplomáticamente, se levantó en armas proclamándose Rey del Norte, logrando con gran esfuerzo unir y levantar a los clanes nórdicos. El Imperio de Shenaria decayó definitivamente, dando comienzo a la Era Oscura, la Tercera Era.
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    Mensaje por Rerg1900 Jue Mar 07, 2019 4:34 am

    Trasfondo

    El continente de Shenaria, es ahora una tierra de grandes y pequeños reinos, rivales entre sí, algunos divididos por disputas internas, una tierra donde impera el pillaje, proporcionando numerosas oportunidades para el aventurero dispuesto a correr riesgos. Estas tierras están cansadas de soportar tantas muertes, derrames de sangre y guerras.

    Este continente, es un conjunto y conglomerado de sociedades medievales agrícolas, la economía se basa casi exclusivamente en la fuerza animal y humana. No existe más magia para sus gentes que la de las leyendas y el folclore rural o eso es lo que se cree.

    Shenaria fue antaño una región de un orgulloso imperio, pero ahora luchan por su sucesión tres reinos principales, los que remontan su historia desde el Emperador Julio II y sus tres hijos, quienes se disputaron el trono imperial. Los reinos están frecuentemente en guerra unos con otros, sin darse descanso alguno, guerras marcadas por extenuantes campañas de agotamiento, saqueo y conquista.

    Amanecer del Séptimo día del Tercer Mes del Año 1.000. El grito de una mujer dando a luz retumba en las paredes de una casa de piedras y techo de paja en la prospera aldea de Husyb en el Emirato de Icharm, dentro del denominado Califato Karrani, cercana a la frontera con el Reino de Occidente. Siendo esta mujer atendida por una pareja de monjas del convento de la aldea, tras otro par de minutos dando a luz, finalmente una nueva vida ha nacido, es cubierta de telas, mientras su cuerpo es limpiado y examinado por la monja de mayor edad.

    — ¡Felicidades, Adab, has tenido una niña!, ¿Qué nombre le pondrás?
    —Amal. — respondió ella, cansada y agotada, cerró los ojos y suspiro por última vez con una sonrisa en sus labios.
    El hombre que se encontraba al lado de la mujer, al notar el último respiro de su amada, comienza a llorar, abrazando suavemente a su hija recién nacida.
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    Mensaje por Rerg1900 Dom Abr 07, 2019 1:44 am

    Capítulo 1
    Sexto Día del Cuarto Mes del Año 1.018 de la Caída del Imperio de Shenaria. Han pasado dieciocho años desde que mi querida madre Adab, dándome la vida murió tras el complicado nacimiento, según el relato de Yusuf, mi padre, quien me ha criado y educado desde mi niñez en los aspectos más importantes de la cultura de nuestro pueblo, enseñándome también la relevancia en la labranza y cultivo del campo alrededor de Husyb, aldea cercana a las tierras de occidente, siendo esta zona conocida por sus grandes extensiones de fértil tierra y frondosos bosques, una visión completamente alejada al paisaje del Califato Karrani desértico.

    —Hija mía, toma estas cuatro monedas, ve al mercado y busca a Zaqib para pagarle el pan que nos ha dado. — decía mi padre, apareciendo con una pequeña bolsa de cuero.
    —Voy de inmediato, padre. — respondí con cariño, recibiendo las monedas dentro de la bolsa.

    Extendí la mano para recibir aquellas monedas, aquellas cuatro monedas, cerrándola luego, siendo dirigidas y guardadas en un pequeño bolo de cuero, ubicado a mi costado derecho, mientras me encaminaba hacia el mercado central de la aldea.
    Cerré la puerta de la casa tras de mí, primeramente, fui al establo, que está a doce casas de la nuestra y así cabalgar después de pagarle a Zaqib, monté encima de un caballo negro. Comencé a andar por los caminos de tierra de la aldea, cruzando cerca del campo de entrenamiento donde los hombres del Emir Hazim, soberano de la aldea, se entrenaban arduamente en luchas cuerpo a cuerpo.

    —Si busca a Zaqib, se encuentra en el molino. — anunciaba Ahmed, un vecino.

    Desvié el camino hacia el nuevo destino, llegando finalmente a lo alto de la colina, lugar donde se encuentra el molino, observando el lento movimiento de sus grandes brazos producto del viento, desmonte del negro caballo, atando sus cuerdas, generando que mis cabellos rojos cubran mi rostro moreno. A pesar de nacer con ascendencia karrani, llegue a esta vida pelirroja y no de castaños cabellos. Camine lentamente, pero segura de mi misma hacia la entrada, sintiendo el roce de la frondosa y verde hierba con mis manos extendidas, encontrándome en algunos segundos de frente con la puerta entreabierta, tocándola despacio para avisar de mi llegada, entrando posteriormente a esa acción.

    —Buenos días, Amal. — dijo saludándome Zaqib.
    —Buenos días, Zaqib. — respondí con el cariño que le tengo, puesto que el me enseñó a montar en caballo.
    — ¿A qué habéis venido? — pregunto el, dejando a un lado los panes que recién había hecho.
    —Mi padre me ha enviado para entregarte estas cuatro monedas como pago por los panes del mes pasado. — respondí, moviendo mis manos para sacar las monedas.
    — ¡Ah!, muchas gracias. — dijo recibiéndolas.
    —Bueno, me iré a cabalgar a los bosques.
    —Ten cuidado, últimamente los ataques de las bandas de bandidos han aumentado.
    —Sí, si lo tendré. — respondí, dándole un beso en la mejilla como despedida.

    Zaqib lo recibió con gusto abrazándome con cariño, me retire volviendo a mi caballo. Cabalgue lentamente hasta llegar a un pequeño rio en medio del bosque, sintiendo el cantar de pájaros y la brisa del viento, el cual agita los cabellos con suavidad, mientras me acercaba al agua, agachándome y extendiendo mi mano, descubriendo que es tan limpia que llega a reflejar siluetas. Desabroche las amarras de cuero de mis abrigos, dejando la camisa en el suelo, sacándome saque las botas de cuero y desamarre mi pantalón, quedando desnuda a la luz del sol.

    El agua de este rio refresca al cuerpo casi de inmediato, caminé hasta que el agua llego hasta la cintura, decidí hundirme mojando todo el resto de mi cuerpo, mis cabellos comienzan a bailar bajo el agua producto de la corriente del rio, relajándome y cerrando los ojos. Dormí hasta que un relinchar del caballo me despertó, me levante rápidamente por el susto, el caballo ahora está demasiado nervioso, mire hacia la dirección que movía sus firmes piernas, observe a un grupo de más de 40 personas armados con escudos, lanzas y espadas, bandidos pensé al instante, me vestí rápidamente, abrochando nuevamente las amarras de mi camisa y pantalón, finalmente ya vestida, monte al caballo y cabalgue rápidamente hacia la aldea.

    Llegue a Husyb, cansada por la cabalgata rápida y con pequeñas heridas en la cara al chocar con algunas ramas en la carrera. Encontrando una mayor actividad entre los hombres de Hazim, deje el caballo en el establo y camine hasta mi casa.
    —No te veo hace una hora, ¿Dónde estabais?, me tenías preocupado. — dijo mi padre al verme entrar.
    —Cabalgando en el bosque, perdón por la demora padre, no pensé que me demoraría tanto.
    —Por lo menos ya estás aquí y viva. ¿Pero qué te ha pasado en la cara?
    —Me golpee con un par de ramas, no es nada. — dije tocándome el rostro.
    — ¿Quieres cerveza, hija? — pregunto mi padre, ofreciéndome una copa.
    —Bueno, tomare un par. — respondí al recibirla.

    Bebí un sorbo, encontrando esta cerveza de buena calidad, una cerveza de producción propia de la aldea, empezamos a conversar y beber. Bebí decenas de sorbos de cerveza hasta no dar más.
    —Ya, padre, iré a dormir, estoy muy mareada. — dije levantándome de la mesa.
    —Duerme con un pie en el suelo. — respondió el, mientras seguía bebiendo cerveza.

    Camine con dificultar al estar completamente mareada, afirmada de las paredes para no tropezar y caer al suelo. Logre llegar a mi habitación a duras penas, la observe por un par de segundos, viendo un par de libros de historia en mi escritorio, prendas de ropas desparramadas por el suelo y mi dulce cama al fondo de la habitación. Sentada en mi cama, me saque las botas, desamarre mi camisa y pantalón, finalmente tendida en la cama, tapándome con un par de mantas.

    Dormí plácidamente, soñando con un paisaje, un lugar hermoso, un camino y árboles secos por un clima cálido, de repente una tormenta de arena choca contra mi cuerpo, obligándome a cubrir bien mi rostro, sin dejarme ver más allá de veinte metros de distancia. Esta tormenta es tan fuerte, que termina cubriéndome completamente y a la vez despertándome de este sueño, levante mi cabeza descubriendo mis vestimentas tiradas por el suelo de la habitación, viendo el desorden me levante de la cama y comencé a ordenar todo, descubrí igualmente que dormí todo el resto del día de ayer hasta hoy.

    —Buenos días, Amal. ¿Qué hacéis? — dijo saludándome Asad, uno de nuestros vecinos.
    —Buenos días, Asad. Ordeno mi habitación. — dije respondiendo y guardando rápidamente mis ropas interiores.
    Asad es un hombre karrani de 1.90 metros de altura, doce centímetros más alto que mi persona, de cabellos rubios, una barba negra cortada, de sonrisa blanca, ojos negros, músculos marcados y orejas perfectas, en resumen, todo un karrani, todo un hombre del desierto.
    — ¿A qué has venido, Asad? — pregunte sacándome la camisa de ayer y poniéndome otra, abrochándome las amarras, quedando desnuda de la cintura para abajo.
    —Venía a invitaros a un paseo a caballo. — respondió el, apartando la mirada para no ver a una mujer desnuda tan joven.
    —Ve a preparar los caballos y espera a que me vista completamente. — dije buscando pantalones de cuero y mis botas.

    Asad, tras oír mis palabras salió por la puerta de mi habitación, me volví a sentar en mi cama, colocándome los pantalones y las botas. Intenté recordar el sueño que tuve, pensando en posible significado, finalmente volví a mi persona para terminar de vestirme. Tras terminar, salgo de mi habitación todavía algo mareada por las cervezas de ayer, me despedí de mi padre avisándole que iría a cabalgar con Asad.

    Junto a Asad llegamos a los Establos de Husyb, encontrando justo a dos caballos necesarios para salir a dar un paseo, un caballo de color negro será para mí y Asad tendrá un caballo de color café, montamos sobre los caballos, sacándolos de los Establos. Comenzando a andar por los caminos de tierra, llegando tranquilamente hasta el inicio de los bosques, sin darle importancia cabalgamos lentamente hasta llegar al mismo lugar donde encontré ese rio, desmontamos al mismo instante, camine hasta quedar a las orillas del rio, agachándome para sentir el correr del agua, mi instinto me estremece haciendo que me gire rápidamente al sentir un ruido detrás de mí.

    Es Asad, quien ha pasado a romper una débil rama al pisarla, pero esta distinto, es la primera vez que observo completamente sus músculos en sus brazos y en su pecho desnudo, también se ha sacado las botas, camina hasta mojar y refrescar su cuerpo entero, hundiéndose en el rio, Sin embargo, algo me inquieta, el recuerdo de aquellos hombres el día anterior me preocupa, tanto que parece que Asad se da cuenta por lo que decide dejar de refrescarse y salir del rio.
    — ¿Amal, que os pasa? — pregunta Asad acercándose.
    —Sera mejor que os vistáis — respondí de improviso y desesperada

    Asad alcanzaba a ponerse las botas cuando una flecha impacta en un árbol cercano, alertándonos, nos juntamos espalda con espalda preparados para lo que se avecina. De entre los arboles aparecen cuatro hombres armados totalmente con escudos, hachas y espadas karranies, uno de ellos porta una heráldica que no logro reconocer.
    —Entregaos o morir, sucios bandidos. — dijo uno de ellos, con una barba negra bien crecida.
    —No somos bandidos, solo simples campesinos de Husyb. — logre decir en medio del susto.
    —Husyb…Husyb está destruida. — dijo él y alzo su hacha.

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    Mensaje por Rerg1900 Dom Mar 05, 2023 10:47 pm

    Saludos Caballeros de Calradia. Luego de un par de años inactivo, he decidido retomar la publicación dentro de este foro esta historia, que ambientada en un continente distinto, posee similitudes con la Calradia dividida de los años 1200.
    [b]Capítulo II
    [/b]


    Los cuatro atacantes se abalanzan en contra de nosotros, no poseo demasiada instrucción en ámbitos de guerra, pero, mi agilidad y rapidez compensan el poco entrenamiento. Me agache por instinto esquivando el ataque de uno de ellos, en un rápido movimiento me volví a levantar realizando una patada a su costado derecho, el suelta su espada mientras se retuerce levemente por el dolor, recogí su arma al empujarlo y tirarlo al suelo, ahora con una espada es más fácil, gire sobre mí para esquivar un ataque, marcando un tajo en el brazo de un segundo, el primer atacante se ha levantado otra vez, esta vez con la guardia más alta, este avanza hacia mi bajando su escudo para intentar darme con su espada, esquivo el ataque aprovechando el impulso, dejando un tajo en la mano que sostiene su escudo, lo deja caer posteriormente, me volví un instante para ver a Asad, observando el intercambio de golpes de espada que llevaba con el tercero, el cuarto yacía muerto en el suelo, cuando me centre en mis objetivos el primero vuelve a atacarme, en un rápido movimiento mi espada es dirigida a su cuello, cortándolo y dejándolo agonizando en el suelo, atragantándose con su propia sangre, el cuarto corre hacia mí, con mi otra mano recogí la otra espada antes de que estuviera en el suelo, corre levantando su hacha, pero es frenado por las dos espadas que terminan clavándose en su corazón.

    — ¿Sera verdad lo que han dicho? — pregunta Asad finalmente.
    —No lo sé, pero iré a Husyb.

    Los cuatro atacantes ya están muertos, recogimos un par de espadas, nos colgamos los redondos escudos a la espalda y saqueamos sus cuerpos en busca de algo de valor, encontrando algunas monedas de oro, repartiendo cinco kovarfiyya para cada uno. Caminamos hasta los caballos y nos subimos a ellos, tras un par de segundos sin hacer nada, ponemos finalmente rumbo a Husyb.
    Solo al llegar a la orilla del bosque y ya sabemos de lo que se trata. El Convento está en llamas. El Cuartel está en llamas. Mi casa está en llamas. Todo Husyb arde en fuego, varios estandartes lo rodean, dentro los campesinos y hombres de Hazim se defienden como pueden dentro de las casas y dentro del castillo de madera de la aldea, no puedo avanzar más allá de la orilla de este bosque, pues la vegetación nos mantiene escondidos. Intentando centrar la visión en una de las calles observo a mi parecer a tres hombres con cuchillos intentando proteger a una mujer, distinguiendo según mis pensamientos a dos de los hombres, pero la superioridad numérica de los atacantes los supera, un par de segundos después yacen en el suelo. Lo supe de inmediato, ha comenzado una nueva guerra al interior del Califato Karraní. Mi padre y Zaqib están muertos. Husyb ya no existe.

    — ¡Amal, no va a quedar nada, huyamos de acá! — gritaba Asad, agitándome el hombro derecho.

    No reaccione, así que Asad decide tomar las riendas del caballo y comenzamos a andar en rumbo desconocido para mi mente atormentada, no reaccione ante nada, de seguro que mi cara esta pálida, mi cuerpo está sumamente helado y que estoy tan fría como el norte mismo. Llegue a reaccionar cuando Asad me ayuda a desmontar del caballo negro, ya había levantado dos tiendas con pieles y una fogata entre las dos, amarrado a los caballos a un árbol para preparar un poco de comida.
    Ya la luna está en lo alto del firmamento cuando volví a reaccionar, puse los pies en suelo y el mundo ahora me parece completamente distinto. Ahora estoy sola, mi padre murió hace algunas horas, mi madre murió dándome a luz, mis amigos y vecinos han muerto en el saqueo a Husyb. La aldea que me vio nacer y crecer durante dieciocho años, ahora no debe quedar nadie vivo, salvo Asad y yo, somos los únicos sobrevivientes del saqueo en nuestra aldea natal.

    — ¿A dónde vamos? — pregunte rompiendo el silencio.
    —Nos dirigimos a Mariyyeb, es la ciudad más cercana, nos quedan tres días de viaje. — respondió Asad.

    Mariyyeb, la ciudad más poblada en la parte norte de la región de Karrania, corazón histórico de la etnia Bagtaní, una escisión minoritaria del Pueblo Bagtarí, la cual forma parte de las diversas tribus que pertenecen al extenso pero tensionado Califato Karraní, surgido tras cientos de años de intercambio cultural en la Tierra del Sur, disputándose en esporádicas guerras cada cierto tiempo el control de la región de Adazian con los reinos de Occidente o recibiendo en menor medida alguna incursión de nómadas Xingurues que logran cruzar desde las lejanas tierras orientales.
    Asad, buscando entre los bolsos de cuero, encuentra dos panes, entregándome un pedazo y de manera obligada dando de comer a mi cuerpo inactivo. Luego de algunos minutos, los sorbos de leche de vaca recorren la garganta, buscando satisfacer la sed y el hambre.

    —Sera mejor que durmáis, Amal. Yo me encargo de vigilar la noche. — menciono Asad.
    —Está bien, Asad, cualquier peligro no dudéis en despertarme. — respondí cansada, cerrando los ojos para dormir.

    Así transcurriendo los días encontrando múltiples caravanas a lo largo del camino hacia Mariyyeb. Siendo el amanecer del Sexto día del Cuarto Mes en el cual avistamos a un par de kilómetros las firmes murallas de piedra de la ciudad. A medida que nos acercamos, observamos a la gente caminar a través de las tiendas del mercado que se ha formado a las afueras de las murallas. En las grandes puertas principales, se mantiene un grupo de ochenta hombres encargados de custodiarlas, observando a cada persona que entra o sale de la ciudad, vestidos con cotas de mallas, turbantes para proteger sus rostros, el característico escudo de lágrima, espadas y lanzas.
    Cabalgamos lentamente entre las calles llenas de vida, hasta llegar a una taberna nombrada como “El Oasis”, dejamos a los caballos amarrados en su establo propio, al entrar el lugar rebosa de gente. Comerciantes, mercenarios de varios lugares de Shenaria, soldados, mujeres que atienden las mesas y prostitutas. Solicitando habitaciones para el descanso nos acercamos donde se encontraba el dueño de la taberna, pagando dos kovarfiyya para así descansar en una de las habitaciones en el tercer nivel del edificio. Al entrar en esta, pasamos varios minutos ordenándola, finalmente Asad me avisa que saldrá a caminar por la ciudad, mientras que mi cuerpo queda en soledad dentro de la pequeña habitación.

    Quede relajándome, tendida sobre una de las camas unas dos horas, ubicada al lado de la ventana, luego de aquel tiempo baje hasta el primer nivel, encontrándome con el mismo ambiente, fui a sentarme en alguna mesa desocupada, la cual se encuentra a un costado del puesto del tabernero, lugar donde se dejan guardadas las cervezas, vinos y demás brebajes.

    — ¿A qué viene una joven? — interrogo el tabernero al verme.
    —Vengo a pasar mis grandes penas. — respondí.
    —Varios de los que están aquí han pasado por lo mismo. Tranquila, la cerveza te ayudara a calmar la mente. — argumento el tabernero sirviéndome una copa con cerveza.

    Estiré mi mano, acercándola a la copa, la agarre con firmeza, la levante hacia mis labios secos y comencé a beber del brebaje de gran calidad y de producción local. Disfrutando de cada sorbo, disfrutando de cada gota de cerveza, sin darme cuenta, bebí hasta acabar con dos jarras llenas, intente pagar una moneda de oro por cada jarra, pero el tabernero menciono que estas iban sin costo alguno, por lo que me retire caminando lentamente hasta la habitación.
    Al llegar, me tendí sobre la cama al lado de la ventana, me relajé, cerré los ojos y dormí plácidamente. Desperté cuando ya era de noche, sintiendo ruidos de pasos en la puerta, empuñe mi espada rápidamente y espere. Era Asad, quien entraba acompañado por una mujer con una capucha amarilla, una prostituta, al verme realiza una señal para que guarde la espada, comenzando a jugar inmediatamente con la mujer, desnudándose ambos mutuamente. Aparte la mirada, escuchando las risas, me acosté sin dormir, sintiendo los ruidos de placer de la mujer atentamente.

    Me di vuelta en la cama, quedando de espaldas a la cama de Asad, quien se encuentra con una prostituta, cerré los ojos y dormí.  Comencé a sentir ruidos y fuertes movimientos, abrí los ojos para encontrar a esa mujer frente a mí gimiendo y siendo sacudida violentamente ante cada penetración, Asad termina respirando profundamente, cayendo cansado ante mi atenta mirada.

    —Sí que habéis tenido un buen momento. — dije levantándome.

    Recogí mi espada, comenzando a caminar retirándome de la habitación, bajé por las escalas hasta llegar nuevamente al primer nivel de la taberna. Ya quedan pocas personas, la mayoría ya se han retirado a dormir, el tabernero se encuentra ordenando las mesas, limpiando y retirando las copas sobre las mesas. Salí del edificio, dirigiéndome a una esquina, encontrando un balde de madera, desamarré mi pantalón de cuero, bajándolo hasta estar en contacto con el suelo, me senté encima del balde y comencé a orinar, escuchando el ruido de la orina salpicar.

    Al terminar de orinar, me levante lentamente, comenzaba a subirme el pantalón cuando escuche algo que me alerta, es el sonido de una espada corriendo del cuero de su funda. Me gire inmediatamente para ver a mi atacante, un bandido, pero vestido con ropas de guardia karraní, que se dirige hacia mi persona con malas intenciones, el cual ya se abalanza blandiendo una cimitarra ya teñida de sangre. Con un leve movimiento, detuve el tajo antes de impactar sobre la carne humana. Forcejeamos y finalmente me derriba, este bandido se acomoda encima de mí, colocando su afilada espada en mi cuello, sin duda me quiere cortar la cabeza.

    Luche hasta poder quitármelo de encima, golpeándolo en la cabeza con una piedra que el destino dispuso al alcance de mi mano. El bandido cae a un lado debido al golpe, me levante rápidamente, sacando un cuchillo oculto entre mis ropas y antes que este logre levantarse, deja de respirar al sentir como el cuchillo penetra en su carne llegando al corazón, para dejarlo sin vida al instante, cayendo al suelo y comenzando a formarse un charco de sangre a su alrededor.

    — ¡Capitán, varios han escapado! — gritaba un miembro de una patrulla de la Guardia de Mariyyeb.
    — ¡Mierda!, ¡Quemad la taberna y buscad a los rebeldes! — respondía este capitán.

    Aquella patrulla se retira del lugar tras lanzar una antorcha encendida al edificio, el cual lentamente comienza a incendiarse. Mire el cuerpo, deje el cuchillo en sus carnes sin más, pensé rápidamente en Asad, así que me dirigí corriendo a la taberna. Tan solo al entrar los cuerpos asesinados de la mayoría que se encontraba en el lugar yacen en el suelo, al llegar a la habitación, todo estaba destruido, la prostituta desnuda estaba tendida en el suelo sin vida, pero, no hay señales de Asad. Pensando lo peor, decido irme del edificio que ya comenzaba a derrumbarse por el fuego.

    A la luz del incendio, corro en cualquier dirección, sujetando con fuerza mi espada lo único que poseo para defenderme, con los ojos llorosos tropiezo y caigo al suelo, ante esta nueva perdida de un ser conocido. Nuevamente estoy sola en este mundo cruel y malvado.

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